La evidencia sobre el efecto positivo de las becas y transferencias condicionadas para reducir las tasas de pobreza y mejoras a la salud es clara y consistente. Sin embargo, el efecto de dichas transferencias en mejoras de resultados educativos permanece ambiguo. En semanas anteriores, se desató en redes sociales una controversia ante la universalidad de becas para niñas, niños y jóvenes en la Ciudad de México. Específicamente, la controversia en términos educativos se dividió en tres argumentos: la importancia de becas universales como instrumento de equidad; la importancia de becas condicionadas o no condicionadas (pero focalizadas) como instrumento de equidad, y sobre recibir becas universales sin estar condicionadas al desempeño académico o al mérito. De hecho, el mérito como resultado educativo debe ser cuestionado debido a su fuerte y positiva correlación con condiciones socioeconómicas familiares, tanto en el campo internacional como en el caso específico de México, por lo que no se puede hablar de mérito sin hablar de la desigualdad de condiciones en las que los estudiantes en México asisten a la escuela. En consecuencia, condicionar las becas a un promedio específico automáticamente excluye a las poblaciones que más necesitan de las transferencias. Por este motivo, en este artículo me enfoco únicamente en los primeros argumentos: ¿qué nos dice la evidencia sobre las becas condicionadas y no condicionadas (focalizadas y universales) como instrumentos de equidad educativa? Si bien no pretendo resumir de manera exhaustiva la literatura, ni diseñar una política de redistribución del ingreso, en las siguientes líneas busco iniciar una discusión sobre el uso de recursos limitados del gobierno para mejorar la calidad educativa desde una perspectiva de inclusión y equidad.
De acuerdo con la Guía para Asegurar la Equidad e Inclusión en la Educación de la Unesco —de la que México es firmante—, el término equidad se refiere a las condiciones que permiten que todos los estudiantes tengan acceso a una educación de calidad. En este sentido, un instrumento que contribuye a la equidad es aquel que favorece la igualdad de condiciones en las que las y los estudiantes en México aprenden.
El debate sobre la preferencia por distintos programas de becas no es nuevo, sobre todo en países en desarrollo. En términos prácticos, podemos dividir a las becas en dos tipos: las becas condicionadas y las no condicionadas. Las becas condicionadas se refieren a transferencias de ingreso que están asociadas a incentivos específicos, como visitas médicas regulares o asistir a la escuela. Las becas condicionadas pueden ser focalizadas —se proveen únicamente a un grupo específico de la población como Progresa, por ejemplo— o no focalizadas. Por su parte, las becas no condicionadas se refieren a las transferencias de ingreso de monto fijo que se designan a un grupo específico de la población, normalmente en condiciones de desventaja. A su vez, las becas no condicionadas también pueden ser focalizadas o universales, como las becas que actualmente se otorgan en la Ciudad de México, que se distribuyen a toda una población, usualmente dentro de un grupo de edad o región geográfica.
Investigaciones en países en desarrollo han encontrado que todos los tipos de becas (condicionadas, no condicionadas tanto focalizadas como universales) pueden llevar consigo mejoras en resultados educativos, aunque la magnitud del efecto de las becas condicionadas es consistentemente mayor al de las becas no condicionadas y las becas universales, especialmente en términos de cobertura y asistencia escolar. Sin embargo, la evidencia también apunta a que la desigualdad de oportunidades de aprendizaje en Latinoamérica permanece ante cualquier tipo de transferencias no focalizadas. Asimismo, el efecto de las transferencias universales sólo se aprecia en el corto plazo, ya que en el largo plazo las desigualdades sistemáticas que replican inequidades persisten ante una redistribución del ingreso no progresiva. En Uganda, por ejemplo, el programa de transferencias universales en el ingreso permitió a los hogares en condiciones de pobreza invertir en educación en el corto plazo, pero como la cobertura escolar excedía ya el 80 %, el programa no fue efectivo para lograr mejoras adicionales en el sistema educativo, e incluso, se encontraron efectos negativos para niñas, niños y jóvenes que no asisten a la escuela. Vale la pena mencionar que en México, y particularmente en la CDMX, la cobertura educativa también es universal en educación básica tal y como lo señalan los datos del Inegi.
Los efectos ambiguos de las becas universales y no focalizadas pueden explicarse por diversos mecanismos, uno de ellos es el sesgo de selección. Si las becas se distribuyen a toda una población, los resultados de dichos programas evalúan, precisamente, a todos los participantes del programa por igual. Por el contrario, si los apoyos se limitan a una población específica (usualmente personas en condiciones de pobreza, con altas tasas de abandono escolar o en zonas rurales y remotas), los resultados que evalúan el programa pueden capturar de manera directa los efectos de aumentos en el ingreso del hogar. Otro mecanismo que contribuye a la ambigüedad de resultados de programas de becas es el monto de la transferencia. En el programa de becas universales en Uganda, la evidencia apunta a que, después de la implementación de becas universales, las brechas entre grupos de distintos niveles socioeconómicos se mantuvieron ya que el monto de la beca fue insuficiente para que grupos en desventajas socioeconómicas pudieran cubrir gastos relacionados a la educación.
Lo anterior no quiere decir que las becas universales y las transferencias de ingreso no condicionadas no sean importantes. La literatura internacional ha demostrado que dichas transferencias pueden mejorar la cobertura educativa y la salud de poblaciones en países en desarrollo. Y las transferencias de ingreso no condicionadas (aunque no universales) también han tenido efectos positivos en mejorar las condiciones del mercado laboral de personas vulnerables y en condiciones socioeconómicas con desventaja. El éxito, o fracaso, de los programas de transferencias dependen de su implementación. Por ejemplo, que quienes los reciben sean la población que más necesitan la transferencia, que el propósito se alinee con el diseño (por ejemplo, transferencias condicionadas vs. universales) y que la administración de los programas sea transparente. En el caso de la Ciudad de México, las becas universales no condicionadas para jóvenes de 15 a 18 años podrían mejorar la asistencia educativa en educación media superior, pues únicamente un 55 % de las y los jóvenes en la CDMX asistían a la escuela en 2020 (y se estima que este porcentaje ha disminuido como consecuencia de la pandemia).
Pero si lo que se busca es mejorar el aprendizaje de las y los estudiantes, quizá las transferencias de ingreso, ya sea mediante becas condicionados o universales, no sean la mejor forma de invertir el presupuesto educativo. El único caso en donde se han encontrado mejoras en el aprendizaje de los estudiantes en el largo plazo se refiere al caso de Progresa en México, en donde estudiantes que recibieron las becas condicionadas (de manera focalizada) mejoraron su puntaje en pruebas estandarizadas en matemáticas y español, sobre todo en telesecundarias. Ante la ambigüedad de la evidencia, la recomendación —dada la limitación de recursos— es invertir directamente en el sistema educativo mexicano. Inversiones en la formación docente, programas de escuelas de tiempo completo y desayunos escolares, e incluso la infraestructura en zonas donde las escuelas no cuentan con las condiciones básicas de aprendizaje como agua potable y corriente han demostrado ser más eficientes para mejorar la calidad de la educación. A manera de ejemplo, la evidencia sobre inversiones en programas de desarrollo profesional docente ha concluido que dichas mejoras contribuyen a mejoras directas en el aprendizaje y la calidad de la educación pública para los estudiantes. Para finalizar, si lo que se busca es garantizar el derecho a una educación de calidad de todas y todos los estudiantes en México, quizá convenga invertir en el sistema educativo mexicano de otra manera y empezar ya.
Mariana Barragán Torres
Fuente: https://educacion.nexos.com.mx/la-equidad-y-las-becas/